domingo, 23 de febrero de 2014

De Valencia a Londres. ¿Pésimo recorrido para un sueño? (II) Plaza de L'Almoina (de la limosna) - Valencia

limosna s. f.

Plaza de L'Almoina.


Parecerá atrevido decir que en la plaza de "L'Almoina" no se dan ya limosnas. Por supuesto se sigue ayudando a los necesitados. Pero la limosna, como antiguamente se entendía era otra cosa. La gente se conocía, y el mendigo lo era de verdad. No quiero que se malinterpreten mis palabras. Necesidades tenemos todos, y hay personas que tiene más que otras. A Rosario, con 5 hijos, dificilmente la ayuda que le puedan dar a la puerta de una iglesia le bastará para sacarlos adelante en una sociedad donde los libros de texto se cambian cada año para beneficiar los intereses de las editoriales. Pero no difiere en nada del que pide para su drogadicción, alcoholismo o ludopatía. No tendrá nunca bastante, por lo que nunca dejará de mendigar. No conoce forma más lucrativa, por que pedir en España lo és y puedo dar fe, de ganarse la vida.


¿Y a que viene éso? Pues a que durante 11 días estuve sentado a la salida de la iglesia, salida que se puede ver en la foto adjunta, pidiendo dinero con unas reglas que cumplir muy sencillas:
1 - No podía mentir.
2 - No podía abordar a nadie para intentar captar su atención.
3 - Tenía que haber decidido anteriormente a que ONG iba a intentar ayudar e informar sobre ella ese día. 
4 - No podía coger dinero ni aceptar caridad si estaba ofreciendo un servicio.
5 - No podía anteponerme a un mendigo real. No podía quitarle su sustento por realizar mi performance.
6 - Podía hablar con la gente, pero solo si me preguntaban o se interesaban por lo que tenía expuesto. El resto del tiempo pasear o estar sentado al lado del "botecito".
7 - Y por último, debía haber un código Qr, dibujado o impreso en el cartel-proclama, para que ver si se fijaban y preguntaban que significaba éso en un cartel de un pobre pidiendo dinero.

Al que le interese saber cuanto dinero conseguí con estas "obligaciones" a la hora de pedir limosna le diré que no llega para un paquete de tabaco, pero tampoco para más de un kilo de uvas, de las que  repartí la noche de fin de año. El único dinero que obtuve me lo dió un señor, llamado Paco. Fue el día que pedí para un SSD. Era para un anagrama de "DIA SIEMPRE SOLIDARIO" con el orden cambiado, y parecía decir que era para un disco duro para un portátil que tenía averiado. Realmente era así, y el pobre Paco, al verlo, algo de empatía por mi situación si que sintió. Seguro que me hubiese ayudado a comprarlo, de saber que realmente yo no era un mentiroso o un aprovechado que intentaba sacarle el dinero con falsas motivaciones.
Me salió bastante caro el conservar los dos euros, ya que para poder hacerlo prometí multiplicar por cinco el dinero y repartirlo entre los indigentes que me fuese encontrando. Pero no me arrepiento. Además deberé  hacer la aportación cuando vuelva a mi país a la ONG de ese día. Tal vez sea a la que decida donar el dinero que voy a pedir a los responsables de internarme en una prisión, y después retenerme en un manicomio durante casi un mes.

El viaje.
Al final de los 11 días había decidido dos cosas. Primero que iba a escribir un libro, sobre la experiencia, o con ella, que no es lo mismo. Y segundo que intentaría averiguar si un antiguo compañero de instituto era el socio adecuado para seguir desarrollando proyectos. Para lo primero no hacía falta más que un ordenador o unos trozo de papel y un bolígrafo. Pero para lo segundo debía intentar localizarlo, ya que la amistad o el contacto que no continúa en el tiempo se pierde. Y yo para recuperarlo tenía la dirección de su trabajo, en Londres.


La maleta de los proyectos de los que le iba a hacer partícipe ya estaba hecha desde dos días antes, en la performance "El nacimiento de la Solidaridad". En ella estaban el cargador para restauración, el sistema de de tickets, las cartas electrónicas y el libro que había hecho decidirme volver a localizar a esa persona. Por detrás se puede ver que España está en un rincon, alejada, indicando que el viaje no es por ahí. Pero no adelantemos acontecimientos, ya que estábamos en la plaza de l'Almoina.

Navidades sin familia.
 "A las familias les encanta reunirse para celebrar fiestas". ¿Cierto?. Supongo que sí, pero para mí estas no podían imaginarseme agradables. Tengo dos hijos, separados 4000 kilómetros. Dos "ex", con las que la relación amigable se cortó hace mucho tiempo. Una madre con la que no comparto casi nada, pero mucho menos gustos televisivos(con "tómbola" acabó mi capacidad de visionado de ese tipo de programación). Unos hermanos con consanguineidad paterna con los que no ha relación, y otros con la materna que me ponen de los nervios con su actitud ante la vida. Unos amigos que en estas reuniones no tienen nada que contar que no lo hayan hecho ya, por tropecientas veces. Un trabajo que me permite olvidarme de él, por lo poco que me apetece realizarlo por más tiempo. Vaya, que unas fiestas así, con la situación explicada en el post anterior, preferí pasarlas intentando vivirlas de otra manera.

Fin de año.
Si algo merece la pena recordar sobremanera de las navidades, ha sido el fin de año. Durante las últimas 4 horas del 2013 me dispuse a regalar lo que pudiese con los 2 euros que me habían dado. Pude comprar 1 kilo de uvas (1.99€) y tres kilos de mandarinas (3X2€). Las uvas las utilizaré en el libro, para argumentar sobre la belleza y como hasta cuando estamos comprando fruta somos incapaces de verla.
Las mandarinas fueron un guiño a los "guiris" o a los nacionales que como el chaval del traje morado decidieron canviar este año la tradición. Diré que la noche la inicié cenando "pan con tulipan" y la acabé en el coche, sin uvas ni mandarinas que tomar, pero con el corazón y la mente llenos de nuevas esperanzas. Recordaré una de las últimas frases de la noche, al indigente al que le di el último racimito insuficiente de uvas: "Cuando puedas, compras las que faltan, y lo celebras por mí. Seguro que el año que viene será mejor. También espero durante estos días haber commovido corazones, y tal vez a alguno de ellos te lo encuentras en tu camino."

La realidad de la plaza
Con realidad, hablo de mi realidad. Lo que yo he vivido, preguntado, visto, notado, palpado, observado y sentido. LOS INDIGENTES EN ESPAÑA NO PASAN HAMBRE. El hambre que podemos calificar como tal. La de no comer en una semana, cuatro días, tres días, dos días... Alguno, a lo mejor pasa un día sin comer, pero será debido a su incapacidad o su enfermedad, no a la falta de comida. En la calle, los contenedores, los restaurantes, los supermercados, los comedores sociales, las casas de acogida, los centros de día, etc...por todas partes esta es la generación de la opulencia, y de comida sobra.
Otra cosa que he podido constatar en Valencia es que DE ROPA TAMPOCO CARECEN. En el África puede ser que no puedan comprarla, pero aquí algunos pobres se pueden permitir el lujo de tirarla por no limpiarla. Hay servicios de lavandería en diferentes entidades, pero no hacer uso de ellas no es un problema. Por supuesto, si todo el mundo hiciera lo mismo si que sería un problema. Pero el mensaje que quiero enviar en el fondo, es que ropa hay, que no hay una carestía de ella, y que acceder a un pantalón, o a una camisa no es un lujo.
Por último, como realidad de la plaza diré que en ESPAÑA SOMOS MUY SOLIDARIOS. Si no hace falta comida o ropa es porque la gente en este país siente los problemas de los demás, los hace suyos e intenta ayudar. Si a partir de mis comentarios la gente dejase de ser solidaria (cosa imposible ya que eso está en la naturaleza de cada cual) el problema si que existiría, pero de momento no. Los problemas por desgracia son otros y de más difícil solución.

Calatrava como ejemplo

Durante estas navidades los desprendimientos forzaron el cierre del Palau de les Arts. Para ver como hacemos las cosas en nuestro país este es uno de los mejores ejemplos. Primero nos gastamos una pasta, después no lo mantenemos, y por último a la primera casualidad que hace que algo falle, en lugar de buscar soluciones montamos un pollo, nos rasgamos las vestiduras por no haber puesto solución antes y ocasionamos múltiples pérdidas directas o indirectas al no ponerle el apaño provisional necesario en lugar de hacer tanto victimismo.A la gente que no pudo acudir a la ópera, a la que seguro que un andamio le hubiese evitado cualquier percance (de los que te cruzas cada día en las obras, vamos), la falta de inteligencia o de rapidez de reacción le debieron "arreglar" las fiestas.


Y no sigo porque los locos no paran y quieren su tiempo con el ordenador....

[Continuará....]
















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